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Shergold y Varey creen que es probable que la representación de la que damos cuenta en el calendario se corresponda con la obra La libertad de Israel y plagas de Faraón de José de Arroyo[[ (F, IX, 187)]]. Sobre la atribución de este título a Arroyo no hay dudas y así lo recogen todos los catálogos consultados[[ (Ut, 139; BL, 18, 558; Art, 208r, 291v; MC, 62, 87; GaH, 101, 142, MeR, XXXVII; Sub, 465)]]. No obstante, hay ciertas variaciones en el modo en el que recogen el título algunos catálogos: Mesonero Romanos lo trae como La libertad de Israel; Arteaga, Medel del Castillo y García de la Huerta recogen por una parte La libertad de Israel y, por otra, Las plagas de Faraón, atribuyendo ambas títulos a Arroyo. La pieza se conserva en la Biblioteca Nacional de España, en el manuscrito Mss/17310, aparentemente del siglo XVIII, que lleva como rúbrica: “corregida y enmendada por su autor, Arroyo”[[ (PM, 435)]]. La hipótesis de Shergold y Varey de que la representación de 1688 se relaciona con la obra de José de Arroyo nos parece sumamente acertada, pues, como se puede ver en a cronología, estamos ante una representación particular palaciega, y José de Arroyo tenía fuertes vínculos con la corte en esos mismos años. Arroyo era “maestro, arquitecto, ingeniero del rey y alarife de Madrid”, como ha señalado Bègue[[ (Bègue, 2017, 18)]]; y, en 1685, tres años antes de la representación que nos atañe, participó con sus versos en el certamen poético que en honor a Carlos II “albergó en su casa Pedro de Arce, regidor de la Villa de Madrid, cuyos frutos fueron rápidamente publicados en las prensas madrileñas de Sebastián de Armendáriz”[[ (Bègue, 2017, 14-15)]]. Shergold y Varey, al tratar de la representación de 1688, recuerdan que también existe la obra La esclavitud de Israel y plagas de Farón. Tránsito del mar rojo, de la cual se conservan tres manuscritos y que está atribuida a Buzano en dos de ellos y a Antonio de la Cueva en el tercero[[ (PM, 193; UT, 280)]]. Sin embargo, consideramos que la relación entre la representación de 1688 y la obra de Arroyo se sostiene muy bien, mientras que no pasa lo mismo para los casos de Buzano o de Antonio de la Cueva, por lo cual, por ahora, no incluiremos en esta entrada más detalles sobre la pieza cuya autoría se disputan estos dos últimos nombres.